viernes, 3 de julio de 2009

Edgard Encomendero -desde España- nos envía una fotos de su visita a Lima


Permitirme que les participe de la gran alegría a cuatro bandas que supuso el encuentro con: Waldo Urteaga, David Cortés y Pío campos. Con Pío en Tembladera, mi pueblo y el suyo, donde unas exquisiteces del lugar servidas amorosamente por mi hermanita Lucila, las remojamos con deliciosos vinos CRISTO DE LA ROCA

que aportó Pío con total generosidad.

En el corto tiempo, horas, charlamos como loros en maizal, paseamos y evocamos recuerdos de nuestra infancia. Pío todo un gran profesor, deleitó a mi familia y a todo el valle del Jequetepeque con su interesante y sabia plática; demostró su virtuosismo al rondín acompañado de unos hermosos versos. Con un fuerte abrazo emplazamos hasta “ un pronto volvernos a ver” y seguir por internet solidificando esa amistad que surgió en el inolvidable San Ramón.

Con Waldo nuestro reencuentro no pudo ser más emotivo y para los que nos rodeaban esos momentos, muy sorprendente, entre ellos mi esposa.

Tras un efusivo abrazo y de por medio unos piscos sours, empezamos a conversar y calmarnos de la emoción
Waldo, dirigiéndose a los que compartían mesa en los Pescaditos Capitales, confesó: ”ninguna chica me ha hecho sentir esto, ni en mi primera cita “ mientras se secaba unas lagrimitas.
Le respondí, dirigiéndome a todo el ruedo: “carajo, a ninguna mujer he podido hacer vibrar como a Waldo “ …..con una sonrisa franca y pudorosa, la suya, la de siempre, asentó mi expresión. Por mi lado puedo afirmar con toda sinceridad y sin rubor, que también lloré con esas lágrimas que por ser profundas no suelen verse. ”Jamás te he visto tan feliz, maridito mío “, me dijo mi esposa Inma.
Waldo me recordaba que fui yo quien le escribía las cartas de amor para las gilas; que quería ser médico. De él jamás me olvidé el amor por los aviones y siempre me lo imaginé cursando los aires, posándose en El Cumbemayo y haciéndole al amor a las nubes.

Con Pp David y Waldo, no por escaso dejó de ser provechoso el tiempo que lo disfrutamos piquito a piquito, como tres torditos delante de una papaya madurita. El epistemólogo Cortez nos hizo viajar por los inexpugnables vericuetos del saber humano dejando a los atentos contertulios con el calzón bajado y excitadísimas las neuronas.
Waldo con su presencia serena pero superado por sus gestos mostraba la evidente felicidad que significa este volvernos a ver que no dudo en calificarlo como

El Reencuentro del Siglo; y no es una afirmación gratuita, pues así lo sentimos y así o más esperamos, estoy seguro, que sea en un futuro inmediato.
Compañeros TODOS, que estas palabras que bien poco expresan la magnitud de la felicidad vivida al lado de estos buenos amigos, os inviten a no escatimar esfuerzo para estrechar los lazos entre ustedes; que la vida es demasiado corta para desperdiciarla en grandes cosas, que de pequeñas está conformada la felicidad.
Un abrazo a todos.

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